domingo, 18 de octubre de 2015

Día 31: ¡Vámos caramba!

Foto: Anibal Greco - La Nación
"Sanchu, buen día!! X fa Trata de gritar un poco menos,  xq se escucha...". Esa fue la frase de mi vieja, quien tuvo que oír desde su cama los gritos de los dos tries argentinos. Arranco con esa frase a modo de breve tributo por el día de la madre. Fue un arranque de ensueño, como si en vez de haberme despertado a las 8:55, me hubiera quedado dormido. Pero afortunadamente era la realidad.

El primer try fue una prueba cabal de que a veces perder es ganar. Quién sabe qué habría pasado si el penal de Juani Hernández se hubiese ido al lateral, en vez de quedarse adentro. Porque tras ello fue el despeje irlandés, y la postrera bomba de quien fuese "Maradó" hace ocho años que ganó Tuculet, e inició la jugada que definió Matías Moroni. Sí, el mismo que tuvo que reemplazar ni más ni menos que a Marcelo Bosch. 

Minutos después, fue otra patada, pero de Santiago Cordero, la que posibilitó el try de Juan Imhoff, tras el suspenso generado por el video-ref. 14-0, y todo parecía destinado para nosotros. Pero, como diría el tango del Polaco Goyeneche, primero hay que saber sufrir.

Y vaya si nos hizo sufrir Luke Fitzgerald, quien ingresó por el lesionado Bowe, con un try luego del furioso arranque nuestro. Y como si fuera poco, al inicio del complemento inició el ataque que concluyó con la conquista de Jordi Murphy. Dos penales de Madigan, y cuatro de Nico Sánchez, hicieron que la diferencia sea de apenas 6 puntos.

Fue el momento de mayor tensión. Uno no quiere, pero en esta clase de partidos uno piensa lo peor. Citando un hecho de otro deporte, me acuerdo de la semifinal del Mundial, en donde pensaba que nos iban a abrochar en los penales. Tanto en aquel caso como en este pudo funcionar todo. Fue, aún con los dos tries en contra, el mejor partido de la defensa argentina. Más allá del "Rugby Rutini", el espíritu del combativo equipo de 1999 en Lens que tackleó con todo durante los "bloody nine minutes" (malditos nueve minutos, Alex Wyllie dixit).

Pero el estallido llegó a 10 del final. Ese instante donde todo se resuelve. Allí Tuculet se mandó una auténtica patriada, metió el try más cerca de la bandera de la historia argentina, al menos en los encuentros mundialistas contra los irlandeses. Más que el de Albanese en Lens, quien lucía preocupado primero por un posible knock on, y luego extasiado por el final felíz de la revisión. Y más que el de Horacio Agulla en Paris, quien también estuvo en las tribunas, pero forma parte del plantel de 32 (contando al sancionado Galarza y el lesionado Tetaz Chaparro). 

Así como Gonzalo Quesada nos puso por primera vez arriba en el marcador en 1999, y así como Felipe Contepomi completó la jugada con un kick que pegó en el segundo larguero, Nicolás Sánchez, el tercero de nuestros goleadores, metió un kick prodigioso. Golazo por donde se lo mire. En sintonía con mi madre, mi hermana (alias "la Sra. de Farrell") admitió que si hubiese hecho un grito más, me habría mandado a la mierda.

El último try fue el perfecto colofón (más allá de que la cuenta se cerró con el penal de Nico): Imhoff escapándose tras la sublime maniobra de Corcho Fernández Lobbe, y tirándose de palomita, como Marcelo Pascual hace poco más de 50 años. Un try que pudo haber sido tranquilamente musicalizado con "I believe I can fly". Y que despertó el grito de Alejandro Coccia, quien aún en la euforia prefirió conservar la compostura: "Se fue Imhoff, a la victoria, y a las semifinales, caramba". 

Tras esto se me vino a la cabeza la infinidad de relatores que putearon y hasta lloraron tras triunfos argentinos. Incluso yo, si estuviese transmitiendo, habría, al menos, reemplazado el "caramba" por un "carajo" hecho y derecho, que incluso es la más buena de las malas palabras, esas que son irremplazables para el recordado Negro Fontanarrosa.

El 43-20, con una introducción y un desenlace soñados, más allá de que el nudo le hizo honor a aquella denominación, nos hizo empezar a soñar. Como hace ocho años. Pensar en cómo iba a ser ese duelo contra los australianos. Porque todos creíamos que los Wallabies iban a superar holgadamente a Escocia.

Pero los escoceses jugaron su mejor partido en la última década. Se han aprovechado de unos Wallabies que fueron una sombra de lo que fueron en la rueda inicial. Incluso llegaron a estar dos puntos arriba cerca del final. Pero en un line mal ejecutado que fue a la cola en vez del frente (como indican los manuales de "cómo jugar con ventaja leve a poco del final"), temrinaron cometiendo un penal que, a decir verdad, no fue. Y Bernard Foley, quien al igual que su equipo, tuvo una tarde negra, acertó el disparo para el 35-34 final.

A pesar de que son durísimos, lo bueno de todo esto es que los oceánicos son de carne y hueso. Y por ende, se puede soñar con la final. Pero primero, a disfrutar de la inmortalidad, de la cual se acordó Hernán Casciari hoy en Twitter (además de su pasado como apertura). Porque estos son días para imitar a Héctor Alterio en la famosa escena final de "Caballos Salvajes". Aunque Coccia reemplace la segunda palabra por "Pucha".

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