Foto: @albanesediego |
Tuve la suerte de entrevistarlo en 2011 en la desaparecida revista ADC Canning Sports. Luego de conseguir su mail, le escribí en un tono muy formal solicitando la entrevista. Él aceptó, aunque me pidió que no lo trate de Usted. Tras varios mails más, lo entrevisté un Día del Niño en su casa. Fui con el fotógrafo en su auto un domingo 21 de agosto, día del niño (se atrasó una semana por las Elecciones PASO). Luego de estar allí, encendí el grabador y arrancaron las preguntas.
(Aclaración: Van solo las respuestas "frías", las referidas a su historia, ya que también le pregunté acerca de la selección que fue al Mundial de Nueva Zelanda)
-¿Qué se siente jugar un
mundial para Los Pumas?
-Para cualquier jugador de cualquier disciplina, representar a su país
en un mundial es el punto cúlmine de su carrera. De chiquito es difícil
imaginarlo, porque lo ve muy lejano. Y de repente las cosas se van dando de
alguna manera como para que llegue ese momento. Es la culminación de mucho
esfuerzo, si bien después uno sigue jugando y haciendo sus cosas, de alguna
manera es el momento en el cual uno mira para atrás y valora y rescata todos
los esfuerzos que se hicieron para poder estar ahí.
-¿Qué diferencias hubo en los
tres mundiales que disputaste?
-Es más que nada un tema de experiencia, y un tema del momento de la
carrera en que se está. Sudáfrica ’95 fue un regalo caído del cielo. De hecho,
yo era uno de los que podía llegar a no ir, y por las lesiones de Santiago
Mesón y Gonzalo Camardón termino yendo un poco de casualidad, y encima por
otras lesiones termino jugando en el debut. Para mí, era como estar en
Disneylandia, en el sentido de que era muy chico, había un plantel de gente muy
grande, que hasta en ese momento los había mirado por televisión. Creo que, al
ser joven, no se toma la real dimensión de donde está. En Gales ’99 tenía
cuatro años más, y había jugado prácticamente todo ese tiempo en Los Pumas.
Tenés otra experiencia y lo disfrutás de otra manera. Finalmente, en Australia
2003 ya fui como uno de los “viejos” del plantel. Y los nervios, en comparación
con los mundiales, eran distintos. Existían, pero se manejaron de una manera
distinta.
-¿Cómo fue estar en Sudáfrica
’95, considerando que en aquel entonces los blancos y los negros de allí
comenzaron a coexistir en paz?
-En realidad, todo eso lo empecé a entender más cuando pasó el Mundial.
Tenía 21 años, y realmente no tomaba dimensión de lo que era esa situación, del
tema del Apartheid. Teníamos tres guardaespaldas en el Mundial, y no podíamos ir a ningún lado sin uno de
ellos. Te ibas a la playa, y tenías uno de ellos sentadito ahí a metros. Ojo,
no molestaban, pero estaban ahí. Era increíble. Me preguntaba “¿Qué pasa acá?
Me quiero ir a comprar algo en la farmacia, y me acompañaba alguien”. Con el
paso del tiempo empecé a atar cabos, y ver realmente lo que se vivía, lo que
fue el año anterior, cuando Nelson Mandela ganó las elecciones presidenciales.
Había un trasfondo político detrás. Hoy, con el paso del tiempo entendí lo que
realmente significó.
-¿Cómo fue tener tres
entrenadores previo al Mundial de Gales 1999? Primero tuvieron a José Luis Imhoff, luego
a Héctor “Pipo” Méndez, y, finalmente, se fueron a Gales con Alex Wyllie.
Obviamente, no es la preparación ideal para una Copa del Mundo. Fue,
digamos, uno de los problemas fuera de la cancha que vivió ese equipo antes de
eso. El gran mérito nuestro fue el de haber podido aislarse de eso, de habernos
agrupado, de habernos unido mucho más a pesar de todas las adversidades que
teníamos, y terminamos haciendo lo que hicimos.
-¿Es verdad que en el
entretiempo del partido contra Samoa (Nota: cuando terminó el primer tiempo,
Los Pumas perdían 3 a 16; no obstante, en el complemento tuvieron un parcial
favorable de 29 a 0, para decretar el 32-16 final) Wyllie los insultó?
-No lo llamaría insultar a eso. Cuando uno reta a un hijo no lo
insultás. Fue una especie de sacudón, como para despertarnos. Y creo que hizo
efecto. Fue, digamos, un llamado de atención muy enérgico (risas).
-La idea de la jugada preparada
que culminó con tu try a Irlanda, del “Falso y espalda” o “Brive”, ¿fue una
idea de Wyllie o de Lisandro Arbizu, quien practicaba esa jugada, justamente,
en el Brive francés?
-La verdad, no me acuerdo quien la “cantó”. Yo estaba de wing, y a los
“wines” nos llega la jugada tras preguntar “¿qué va?”. Me dijeron que haga
“Falso y espalda”. Se que la había
traído Lisandro. La habíamos practicado mucho, pero siempre había algo que
faltaba. Y bueno, en ese momento me avisaron, no se bien si fue Felipe (Contepomi),
si fue Lisandro, si fue Gonzalo Quesada que estaba de fullback. Pero se hizo, y
por suerte salió bien ese día.
-Dijiste que el festejo del try
ante Irlanda, en el que juntaste los dedos de la mano derecha, surgió de unas
bromas con tus amigos, ¿no es así?
-Si. Pero no fue una cosa recontra armada. Me salió en ese instante.
Quizá sea porque nunca hacía tries, entonces una vez que hacía me acordé del
“grupete”.
-Contra Japón hiciste lo mismo.
-Pero ese no se vio tanto. Después no lo hice más porque no era un tipo
que festejaba tanto.
-Y en ese festejo también te
tocaste la nariz con el índice.
-Esa parte era para mi papá.
-¿Es cierto que, tras el
triunfo ante los irlandeses, vieron que el hotel en el que se alojaron en
Dublin, estaba decorado de verde, pensando que ellos iban a ganar?
-No recuerdo si habían mensajes de felicitación. Pero sí que habían
dejado todas sus cosas. Fue una de las
cosas que más nos gustó. Los irlandeses dejaron el hotel, se fueron a Francia
para jugar con nosotros, y después volvían pensando que el partido contra
nosotros era un trámite. Recuerdo que llegamos y había cosas en el lobby, salas
que no las habían desocupado, pero que, en definitiva, tenían que ser nuestras.
Fue un placer, de alguna manera, verlos llegar a retirar sus pertenencias. Eso
fue una muestra de que los partidos hay que jugarlos. Fue un momento que lo
disfrutamos mucho.
-¿El hotel lo eligió la UAR o lo designó la IRB (Nota: Actualmente se denomina World Rugby)?
-Eso lo designó la IRB, en conjunto con la unión irlandesa, pensando
que se iban a quedar ahí. Nunca pensó que, de repente, iba a ser ocupado por
argentinos. Ahora es más diferente. Está todo tan preparado y organizado que,
cuando hay un Mundial, un manager va tres meses antes, y chequea que el hotel,
el gimnasio, y la pileta, entre otros detalles, estén bien. En ese momento, nos
tocaba lo que nos tocaba.
-¿Cómo los trataron los irlandeses
presentes durante ese partido?
-Al principio la hinchada estaba un poquito “de punta”. Pero el partido
fue especial. En el inicio salió todo al revés. Habíamos dicho “vamos a jugar
tranquilos, a nuestro ritmo”, porque veníamos de jugar 3 días atrás, y Francia
nos marca tres tries de movida. Teníamos que salir a buscarlos, a jugar todo. Y
me acuerdo que en el segundo tiempo la gente estaba con nosotros. Fue
increíble. No se si fue por alguna rivalidad existente con los franceses. Pero
me acuerdo de los aplausos al final del partido. Me parece que de algún modo
los irlandeses dijeron “bueno, la verdad es que nos ganaron bien, y vamos a
bancarlos ahora, ya que preferimos que ganen los argentinos antes que los
franceses”.
-Yéndonos de los mundiales, y
entrando a los test matches, ¿cómo fue jugar en la cancha de River (Nota: Se
jugaron 3 partidos en el Monumental: en 2000 vs. Sudáfrica, en 2001 vs. Nueva
Zelanda, y en 2002 vs. Australia), teniendo en cuenta que sos hincha del
“Millonario”?
-Fueron experiencias increíbles. La primera no fue buena, porque perdí
dos dientes. Pero fue todo igual. Por más que haya perdido los dientes, esto no
lo cambio por nada en el mundo. Más allá de ser de River, es el hecho de jugar
en un estadio tan identificado con el fútbol. Cuando empecé a jugar en Los
Pumas, era imposible jugar en el Monumental. Pero ese boom que hubo con el
Mundial de 1999 permitió que se hiciera posible. La verdad, entrar en una
cancha como esa, que es ciento por ciento fútbol, y verla llena, es
indudablemente una de las imágenes más increibles que uno tiene en la retina. Después
el partido contra los All Blacks de noche. Salir de ese túnel y ver la cancha
llena, de noche, y encima tener a los hombres de negro enfrente, la verdad, fue
increíble.
-Esperemos que algunas de esas
postales se repitan el año que viene si se confirma la participación de Los
Pumas en el Cuatro Naciones (Nota: el nombre "Rugby Championship" fue oficializado meses después, al término del Mundial).
-Ojalá. Honestamente, envidio sanamente a estos chicos que están ahora
en el seleccionado. Porque la posibilidad que van a tener es única. (Nota: los dos Test Matches disputados en la Ciudad de Buenos Aires -Inglaterra en 2013 y Sudáfrica en 2015- fueron en la cancha de Vélez)
-¿Qué test matches fuera de los
mundiales disfrutaste más?
-Buena pregunta. Hubo bastantes. Todos los test matches se disfrutan
mucho. Esos que se jugaron en River, fueron increíbles. Después Francia en el
2001 en Vélez, que fue la primera vez que nosotros, como ese plantel que venía
jugando hace mucho, pudimos vencerlos, luego de muchas derrotas. Aquella
victoria ante Australia en Ferro en el ’97. Todas las victorias son lindas.
Creo que eso va más allá de los triunfos y las derrotas. Ha habido partidos que
jugamos que después los terminamos perdiendo, pero que nos podíamos mirar a la
cara. Eso es lo más importante.
-¿Qué sensaciones tuviste luego
de tu primer entrenamiento en el Grenoble, un club profesional, después de ser
amateur en el SIC?
-En realidad fue una sensación rara, porque en ese momento el rugby
allí estaba cambiando hacia el profesionalismo. Pero había clubes que eran
bastante amateurs. El Grenoble, cuando llego, era todavía semiprofesional. De
repente estaba con otros jugadores que ya vivíamos de eso, y había otros, que
eran franceses, y laburaban durante el día, más o menos hasta las tres de la
tarde, y después se iban a entrenar. Practicábamos a la mañana y a la tarde.
Entonces era algo bastante complejo, porque uno espera la hiperorganización, y
de repente no era tan así, porque tenía esas cosas que te hacían decir “bueno,
si un flaco llegaba tarde porque venía de laburar, ¿qué le ibas a decir?”. Fue
diferente cuando me fui a Inglaterra (estuvo también en el Gloucester y el
Leeds), en donde todos estábamos en la misma situación, y te pueden exigir más.
Pero lo del Grenoble fue raro, aunque también un primer paso que lo disfruté
mucho. Además, Francia, como país, es espectacular.
-¿Cómo fue que llegaste a ESPN?
-De casualidad. En el 2005, de un día para el otro compraron los
derechos para dar el Super Rugby (Nota: Torneo disputado por equipos de
Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica), que era en ese entonces el Super 12. A
los 3 días se empezaba a jugar, y casi todos los encargados de relatar y
comentar, justo ese fin de semana tenían otras cosas para hacer, ya que, antes
de eso, estaba todo organizado. Entonces no tenían a nadie para comentar. Uno
de los productores me llama y me dice: “Mirá Diego, nos pasó eso, empezamos con
el Super 12, y no tenemos una persona que comente. ¿Estás para darnos una mano
este viernes? La idea es que vengas vos, y que vengan otros después, e ir
rotando”. Fui ese viernes, comenté un partido junto con el “Rulo” Taquini. Al terminar el partido, cuando me estoy yendo, ese mismo productor me
dijo: “Che, ¿estás para el viernes que viene de nuevo?”. Le dije: “Si, bueno,
dejame ver”. Y así fue, como que al final, ese Super 12 terminé haciéndolo todo
yo. A partir de ahí, de a poco me empezaron a llamar. Y así fui metiéndome cada
vez más. Pero fue una cosa medio casual, porque en ese entonces no tenían
gente.
-¿Cómo preparás los partidos?
-Me encanta informarme acerca del rugby. Durante la semana voy viendo
que pasa, quien se lesiona, quien juega, quien no juega, y un día antes me fijo
la formación del equipo. Obviamente, en el canal nos ayudan mucho. Hay un
productor que te da información. Tampoco es que sabemos todo. Hay jugadores
nuevos que aparecen, y a lo mejor no los conocemos, entonces nos dicen “acá
apareció este jugador, jugó en tal club, tiene tanta edad, pesa tanto”. Hay
cosas que te la da el canal para tener información.
-¿Cómo ves la comparación con tu colega y tocayo Diego Latorre, quien pasó de ser jugador a comentarista?
-Alguna vez en Twitter me comentaron que era como el ‘Latorre del rugby’. Pero son deportes diferentes. La verdad, por un lado fue algo que me gustó porque a mí me gusta él, ya que ve y dice cosas de un tipo que jugó al fútbol y que entiende, igual que (Javier) Frana en el Tenis. Hay detalles que él los ve claramente. De alguna manera dije: ‘Me gustaría, de alguna manera, tratar de hacer algo así, que se puedan ver cositas o transmitir experiencias de alguien que las vivió desde adentro’. Que me hayan comparado con Latorre, a mi juicio, fue un halago.
-Por último, ¿Qué fue lo que te
aportó el deporte, el rugby en este caso?
-Me aportó muchas cosas. Por lo pronto, disciplina, respeto, aprender a
compartir, aprender a saber que sos parte de un todo. Yo siento que todo lo que
hago en la vida tengo que estar acompañado de alguien, pero no que sea
dependiente de alguien. Es como que me gusta compartir, estoy acostumbrado a
que los éxitos y los fracasos, las victorias y las derrotas, las comparto. La
verdad que creo que me enseñó un poco eso. A respetar desde el flaco que lleva
el agua y el utilero, hasta el jugador más importante. Es difícil de explicar.
Eso después se traslada a la vida. Poder respetar a todos, y tener una forma de
actuar.
La historia con Albanese no terminó allí, ya que meses después, con el Mundial terminado, fui a ESPN para entregarle la revista, de la cual tengo solo un ejemplar (de los demás poseo mayor cantidad). Quedó contento con la entrevista que le hice, destacando que se publicó tal como se dijo, y además me quedé a ver parte de la grabación de "Scrum" con Coccia y Taquini. Una linda experiencia.
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