Foto: AFP |
Una diferencia fundamental fue la cuestión física.Mientras que, a medida que corrían los minutos, Argentina estaba cada vez menos entero, Nueva Zelanda parecía que estaba jugando desde hace pocos minutos. No obstante ello, desde luego que los 4 primeros años de Rugby Championship hicieron que esa fundición tarde más en comparación con el (ahora) penúltimo partido mundialista de Los Pumas, contra los mismos rivales.
Otra situación para destacar es que, a diferencia del histórico triunfo contra los sudafricanos hace apenas semanas, los dirigidos por Steve Hansen sí encontraron respuestas desde el banco de reservas. Sonny Bill Williams y Beauden Barret hicieron que el equipo muestre una imagen distinta a la del primer tiempo.
Ese primer tiempo que nos invitó a ilusionarnos con que hayan dos hazañas en dos días. Eso más allá del comienzo con desconexión sideral de los nuestros, que cometieron 6 penales en 20 minutos. De ellos se produjeron los costosos 9 puntos, no solo por la derrota en sí, sino porque ni siquiera pudimos llevarnos el premio consuelo del punto bonus.
Respecto a Los Pumas, me pareció una muy buena performance. No solo pensando en los otros tres duelos de la fase de grupos, sino también en un eventual encuentro de Cuartos de Final, aquel partido que separa la normalidad de la inmortalidad.
Por lo pronto, la sensación que dejó este partido fue la siguiente: Un Lotus peleando cabeza a cabeza con el Mercedes de Lewis Hamilton, pero que en las últimas vueltas se quedó sin nafta.
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